Ciertamente, no tengo necesidad de nadie y nadie me tiene en su necesidad -esto no es sobre la soledad o el amor-. Pero he de confesar que tengo el deseo egoísta de querer paz mental, cuando por vacío interno, miro curioso al infinito.
Si yo pudiera compartir este deseo, encontraría… con aquella o aquellas personas, una gratificación egoísta y una vileza necesaria.
Entonces, ya no encontraría interés en nadie: no buscaría, ni por asomo, fines en las personas, ni personas en los fines; no buscaría a un alguien, más allá del amor, si el amor fuese un fin. Ni a un dios en el fin último de la vida.
Y… si yo pudiera compartir este deseo, encontraría… a esas o a esa persona, refugiada en amables mentiras o ahogada en latosas verdades. Me llamarán cobarde y poco valiente por imponer mis pautas, me hablarán de arrojo y motivación en una acción última. ¡Qué deplorable!, ¿qué les parece si les digo…? Que es más valiente aquel desgastado por su realidad verdadera, que aquel, motivado por ilusorias verdades.
Difícil es entender que nos buscamos mientras alimentamos un vacío, y permanecemos, disputando contra este. Que necios somos, queremos llenar tal hueco comiéndonos los unos a los otros; disfrazándolo de amor, de felicidad u otra inmoral necesidad. Que utópica resulta esta relación de cargar nuestros pesos… de llegar a otros, más allá de las palabras.
No podremos conservar un amor legítimo al mundo, ni a estas relaciones, haciendo de una falsedad una realidad. Al final, cada quien decide cómo caer en ruinas. Y si, como sea vamos a condenarnos a una ruina, yo invito a hacerlo mejor a una realidad, en vez de una mentira.
¡Ah!, desearía compartir este deseo.
Aunque sé, que los deseos no se cumplen con solo enunciarse, pues, si los deseos se hiciesen realidad con solo pronunciarse sobre la tierra, este mundo correría el riesgo de estar lleno de las más puras verdades.
Yo, solo quería recordarles esta obviedad irónica: Son más dolorosas y pobres las verdades que las fantasiosas mentiras y ambas nos llevan, sino a la tumba, ya a la ruina.
Por eso, yo no deseo ser entendido, aunque no me molestaría que alguien lo intentase. No deseo, tampoco, largas charlas vacías a altas horas de la madrugada; huecas recompensas para quienes las hemos sostenido, vaya forma de auto-complacernos. No deseo compañerismo, tampoco una mano guiada por favor o benevolencia.
Tan solo deseo… un mayor entendimiento: conocer a las personas y al mundo, desde adentro hacia afuera, entender y confiar en ello, reposar en ello, pedir esa fuerza para poder ser un poco más libre. Me aterra, como a muchos, divagar en la oscuridad, o peor aún: negarla.
Por eso, si pudiera compartir ese deseo… estaría un poco más cerca del sosiego.
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